miércoles, 13 de noviembre de 2013

El chisme ecológico

Allá por el año de 1959, una niña  escuchaba comentar de sus padres que platicaban en el corredor del pequeño jacal, que tenían por vivienda; su padre Peonilo sentado en la hamaca desgranando maíz y su madre Justina, sentada en un banquito de madera, ayudando en la tarea.
Ellos nunca se percataron de la presencia de la niña, que silenciosa jugaba en una esquina del corredor, donde su imaginación volaba, teniendo por juguetes, una muñeca incompleta, una tazita de plástico a la que ya le habían tocado sus mejores momentos y ahora se encontraba hasta sin oreja y unos trozos de olote  tomados del desperdicio de la desgranada.
Con piloncitos de tierra, formaba ciudades, puentes y carreteras; ideas que tomaba de lo que escuchaba hablar a sus padres.
- Oye vieja, dicen que para 1980, los ríos se secarán, y no será fácil conseguir agua, ¿podés creer eso?
Como podría esta pobre mujer, creer en lo que su marido le decía, si en su vida había ido a una escuela, menos, había visto pasar por sus manos un libro, aun así, era muy atenta cuando escuchaba alguna plática, porque decía que así al menos aprendía algo.
- ¡Ay viejo, vengo oyendo eso mesmo, desde que tengo uso de razón, y vé, No ha pasado, nada!
Su marido contestaba impaciente, ya que él era muy observador y a pesar de no haber ido a la escuela, se fijaba de como eran los días; ninguno se parecía a otro, decía, hay días que van a ser tan malos, que los primeros que salen del nido, son los zanates. Y así medio rezongón y todo, trataba que su mujer lo entendiera.
- ¡Nada, como nada!, que no lo mirás como están los calorón ahora, antes cuando iba a la milpa con mi apá, podíamo sembrar con la confianza que pa mayo, ya había caído la primer agüita, ¡Ora, nos morimo de desesperación y nada que llueve, ahí lo mirás la milpita, tooooda descriada, porque le falta la lluvia.
Justina pensó que nada mas era pretexto de su marido para no trabajar.
- ¡Que le falta la lluvia!, flojo que sos, antes pa abril ya habías barbechado, ahora, te llega  mayo y no querés i a sembrá, solo por está pensando en tu sueño americano. Ya se lo dije al compagre Fulgéncio, que te deje de stá metiendo ideas en la cabeza, de por sí tu tan terco que sos y el con sus ideas raras, ya te tiene tooodo atolondrado.
- Mmm vos vieja, pero vos no tenés porque enojarte por eso, si ya sabés que yo nunca las voy a dejá, onde vas a pensá que las deje desamparadas a vos y a mi chiquitilla, lo que pasa es que con vos no se puede platicá; si te toy preguntando lo del agua es porque,  me preocupa, velo, tanto afán por sembrá arbolitos por todos lados, quesque tan reforestando y no se fijan que en esas grandes ciudades, la gente la desparrama lagua.
Justina que era desconfiada y celosa, inmediatamente reclamó a su marido:
- De qué ciudades me hablás vos Peonilo, si nomás una ves juites a la capital!, no me tes queriendo impresioná a mi de mucho mundo, ooo, ¡ya juites a otro lado sin que yo lo sepa!
Peonilo con la paciencia de un santo, intenta explicar a Justina y regresarla al tema que en verdad le preocupa.
- Como sos neeecia  Justina, no te toy queriendo presumí de nada, lo que quiero que entendás, es mi preocupación por el agua.
- Ora hasta me vas a insultá, ...necia yo, necia yo...yo que te he aguantado tus necedades, pero mirá, lotro día joyí decí al compagre que le decía a la comagre, si tu problema tiene solución paque te preocupás y si no, pos también o, algo así, sabrá Dios de que arguendeaban.
- El problema Justina es que el agua, es problema de todos, no namás mi problema, mirálo, estaba pensando... Porque pienso anque no lo creás, que si se acaba lagua, ¿que vamo acé?, se nos van a morí los animalitos, porque, probá a quedate sin tomá agua un día, nomás uno, a ve, ¡como vas a pasá tu bocado!, igual los animalito, ¡Y otro!, ¡vamo andá todos hediondos!, ve, si así la gente nos mira feo porque no podemo comprá un dese, desodorante, ora te imaginás, ¡sin bañarnos, Dios nos libre!
Justina que se ponía de malas cuando no entendía algo, trataba de persuadirlo a que hiciera otra cosa y así evitaba preocuparse por algo mas que no fuera el hacer de comer y lavar la ropa.
- Ya vos Peonilo, dejá de stá pensando tonterías y ponete a trabajá, ques lo que debés hacé y no está ahí fastidiando con tus locuras.
Pero Peonilo era de las personas que cuando se empeñan en algo, no desisten hasta concluir con la idea y lo que se proponen.
- ¡Locuras!, ¿son locuras  pensá en como hacé paque no nos llegue el día en que de verdá no tengamos ni gota de agua?
- Es que nomás me trastornás con tanta palabrería y tanta preocupación por algo que no va a ocurrí.
- No va a ocurrí, no mirás los río como se tan secando, antes, ¡podíamo nadar en aquellas pozona! Ora velo, apenas si podemo remojar el caite.
- Ay Peonilo, como que ya me tas contagiando tu priocupación, mejor ni te viera hecho caso.
Justina ya desesperada  hace  ademàn de levantarse y Peonilo la retiene suavemente de la mano.
- Es que pensálo un tantito, ¿ya te fijaste que ya no podés lavá la ropa como antes, y eso porqué? A ver decíme.
Justina  que conoce tan bien a su marido, sabe que no desisitirá de su propósito hasta conseguirlo, así que vuelve a sentarse.
- Tenés razón Viejo, no lo vía visto ansina.
- Ora, ¿mirás como se ve que viene en los arroyitos que quedan, las botellas de refresco?
- Si pué, ya lo miré y hasta las bolsa de jabón, se quedan ahí botadas en la oria del río. Yyyy ... Pensando ya como usté viejito, que pasaría si la comagre Paula, juera a tené su pichito ya, y no tuviera nada de agua, ¿Como liva hacé la comagrona pa lavarlo el muchachito?
- Eses pué, que priocupa, ¿ya te fijás pa cuantas cosa sirve lagua?
- Si pué ya me toy dando cuenta, que si pa la milpa, que si pal frijol, que ya pa lavá la ropa, que ya pa bañarnos, pa lavá los traste, y quien sabe Dios pa cuantas cosas más.
- Pa que tomemo nosotros, las vaca, los pollito, y, te imaginás viejita, ¿si un día ya no llueve mas?
- ¡Jo!, ahí sí que vamo a ver nuestra suerte, te figurás a todos los del pueblo, que hacen peregrinación pa ir al mar, que dicen las malas lengua, que lo dejan todo cochino, lleno de basura por todos lado, ¿a donde será que llega a dar pué todo eso?
- Pos como donde mujer, pues hasta allá dentro, por el tumbo verde, donde dicen que hay tiburón y ballena, nomás figúrate, que se comen todo eso que dicen que dejan, noooo, ora sí que me pusiste a pensá y hasta ni ua a dormí de preocupación.
- Ya te toy mirando, así como sos, ¡te vas a pasá la noche en vela!
- Mirá pues Viejita, ya me tas entendiendo, por eso pienso que nosotro también podemos ayudá a solucioná el problema.
- ¡Nosooootro! ¿y cómo, si apenas es un pedacito de río que pasa por nuestra parcela?
- Pues por eso es que toy piense y piense; si hablamo con los vecino y los compagre, podemo pedirles que no tiren su basura en el río. Decirles que el agua no se lo lleva y lo desaparece, sino que se queda en el fondo del río y que así los estamo matando, ¡ya me entendiste!
- Algo, Viejo, pero caso solo este pedacito de río hay pué.
- Ya viste como si ya tas pensando tú también.
- Ta bueno pue, así, podemo decirle a todos, que lo digan a sus familia que viven en otro lado, y que se vaya así de boca en boca, igualito como se hace el chisme.
- Ahora sí me entendiste Vieja, si por eso digo, que no hay que i por la vida haciéndose de la vista gorda, mejor es que si hay un problema, lo arreglemo.
- Y ¿como que tiempo pensás Viejito, que eso se arregle?
- Pues... Si ayudamo todos, a lo mejor y luego.
- Pues  entonce, vamo volviéndono chismoso todos, pa que se arregle rapidito.

Ahora la niña aquella, hoy adulta, se volvió chismosa y a lugar que llega, pide que cuiden los ríos, que son fuente natural para la subsistencia del hombre, y se pregunta, ¿Por qué hay chismes que no trascienden?


Virginia Marín

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