miércoles, 13 de noviembre de 2013

Hombre de papel

Entonces escuché voces en la habitación contigua. La puerta se abrió y entró un hombre acompañado de una mujer. El andrajoso traía un bote mal oliente y una brocha pegostiada y la gorda montones de periódicos. Se aproximaron a mí y sin advertencia comenzaron a embadurnar mi cuerpo con una substancia pegajosa y me pusieron capa tras capa de papel hasta hacerme una segunda piel, gruesa e insensible.
- ¡Esperen! ¡Qué hacen! ¡Deténganse! - quise gritarles, pero no tenía voz, una cinta amordazaba mi boca y mi lengua saboreaba a rancio. Quise calmar mi miedo pensando que lo que me estaba ocurriendo era solo una pesadilla, un maldito sueño y que en cualquier momento despertaría.
A pesar de la tenue luz de la habitación pude observar que habían otros como yo colgando del techo y también estaban cubiertos de papel. ¡Por Dios! ¡Qué es esto! ¡Quiénes son estas horribles personas! ¡Quién soy yo! Las miradas de los otros se cruzaron con la mía en un mudo clamor de ayuda. Ninguno de los colgados sabíamos que estaba ocurriendo.
No supe cuánto tiempo transcurrió, quizas días, semanas, meses, no lo sé, ni me interesa, pero sí pude observar que los otros se habían ido, yo estaba solo. Y el tiempo pasó.
De pronto, fuertes golpes sacudieron mi amortajado cuerpo, herían mi piel de papel, hacian reverberar mis costillas de limo, mientras allá lejos en mi semi inconsiencia, escuché risas y voces de niños cantando.

“Dale dale dale, no pierdas el tino porque si lo pierdes, pierdes el camino”…


Saúl Trejo

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