Entonces escuché voces en la habitación contigua. La
puerta se abrió y entró un hombre acompañado de una mujer. El andrajoso traía
un bote mal oliente y una brocha pegostiada y la gorda montones de periódicos.
Se aproximaron a mí y sin advertencia comenzaron a embadurnar mi cuerpo con una
substancia pegajosa y me pusieron capa tras capa de papel hasta hacerme una
segunda piel, gruesa e insensible.
- ¡Esperen! ¡Qué hacen! ¡Deténganse! - quise gritarles,
pero no tenía voz, una cinta amordazaba mi boca y mi lengua saboreaba a rancio.
Quise calmar mi miedo pensando que lo que me estaba ocurriendo era solo una pesadilla,
un maldito sueño y que en cualquier momento despertaría.
A pesar de la tenue luz de la habitación pude
observar que habían otros como yo colgando del techo y también estaban
cubiertos de papel. ¡Por Dios! ¡Qué es esto! ¡Quiénes son estas horribles
personas! ¡Quién soy yo! Las miradas de los otros se cruzaron con la mía en un mudo
clamor de ayuda. Ninguno de los colgados sabíamos que estaba ocurriendo.
No supe cuánto tiempo transcurrió, quizas días,
semanas, meses, no lo sé, ni me interesa, pero sí pude observar que los otros
se habían ido, yo estaba solo. Y el tiempo pasó.
De pronto, fuertes golpes sacudieron mi amortajado
cuerpo, herían mi piel de papel, hacian reverberar mis costillas de limo,
mientras allá lejos en mi semi inconsiencia, escuché risas y voces de niños
cantando.
“Dale dale dale, no pierdas el tino porque si lo
pierdes, pierdes el camino”…
Saúl Trejo
No hay comentarios:
Publicar un comentario